Camila
Rodríguez
Triana


En Cenizas (2019)

Algunas notas

Esta es una película que nace de una historia real y de un hombre real. Una historia que se ha mantenido en secreto durante muchos años por seguridad. Este hombre fue parte de la guerrilla en la década de los 70, fue capturado por los militares, fue torturado, estuvo preso y cuando recobró su libertad decidió abandonar la guerrilla, porque la forma de lucha había cambiado y él no estaba de acuerdo con algunas de las acciones que se empezaban a realizar. En ese momento empezó a sufrir una persecución por parte de la guerrilla, para quienes la deserción es un delito, y por parte de los policías, quienes lo culpaban de cada acción realizada por la guerrilla. Por esta razón, él decidió viajar a otra ciudad y cambiar su nombre y algunos datos de su identidad.

Es un hombre que tuvo que cambiar su identidad tres veces a causa de la idea de la revolución: primero fue el hijo mayor de una familia sin muchos recursos económicos, por lo que mientras su madre salía a trabajar, él debía quedarse cuidando de sus seis hermanos menores. Después fue un guerrillero: un hombre que dejó atrás su familia, sus estudios, su vida y su nombre, para dedicar todo su tiempo a la lucha revolucionaria. Y finalmente se convirtió en un ciudadano promedio, pequeño burgués, padre de dos hijas.

Cuando empecé a pensar en hacer esta película tenía la idea de trabajar bajo las características formales de un documental, quería trabajar con este hombre delante de la cámara, retratarlo. Pero, en el proceso, este hombre me pidió mantener en secreto su identidad. Él quería contar su historia, pero al mismo tiempo le parecía peligroso revelar su identidad por su seguridad y la de su familia. Eran muchos años en los que se había construido con otro nombre y revelar su identidad podría poner en peligro toda esa construcción. Por esta razón, él me pidió contar su verdad como si fuera una mentira. En ese momento, yo empecé a pensar en explorar formalmente la sensación de la ficción, de algo que sentimos que no es real, una imagen que nos permitiera mantener la distancia y conservar la consciencia de que lo que estábamos viendo era tan solo una película, una imagen que nos conectara con la sensación de algo hecho, ficticio, no real. Pero quise llevar esta sensación de mentira, de ficción, a su límite y empecé a explorar la ficción en relación con el teatro y el performance. Quise renunciar a la necesidad del naturalismo que se la ha impuesto al cine: creé acciones performaticas cargadas de significado; trabajamos en una propuesta fotográfica donde acentuamos las sombras y los contrastes, creando un ambiente más teatral; construí un espacio, la casa, que era real e irreal al mismo tiempo, una casa que por momentos se volvía la cabeza o los recuerdos del personaje principal; creé un mundo donde el presente se entremezclaba con los sueños, los recuerdos, los miedos, en el que los afectos aparecían y desaparecían para recordarnos eso que no queríamos ver, un mundo con tiempos superpuestos que iban y venían y que construían una misma realidad.

Pero, al mismo tiempo, me interesaba conservar la verdad en las emociones por las que iban pasando cada uno de los personajes. Por esta razón el trabajo con los actores se concentró en crear la emocionalidad en cada uno de ellos y a partir de esa emocionalidad crear su corporalidad. Hicimos ejercicios para crear memoria juntos, para construir lazos, para hacer conexiones con sus propias historias y emociones y después trabajamos lo corporal, la manera de pararse, de correr el asiento, de gritar, de estar en silencio. Muy pocas veces ensayamos las escenas de la película. Nos concentramos en repetir acciones cotidianas donde pudiéramos crear su corporalidad. Conversé mucho con cada uno de ellos e intenté nutrir las ficciones que estaba creando sobre esta historia con sus historias, de esta manera esa historia que queríamos contar cada vez se volvía más cercana a ellos. Utilicé objetos que eran importantes para el hombre que inspiró esta película, pero también utilicé objetos que eran importantes para ellos, los actores, para que cuando los vieran crearán conexiones con sus propias emociones y recuerdos. Quería que los personajes de esta película, todos tan ficticios, en situaciones tan ficticias, guardaran una sombra de verdad en su interior, la cual, acompañada con el material de archivo utilizado, revelaría de una forma intuitiva esa verdad que se contaba a partir de la ficción. Por eso utilicé archivos de los discursos de Camilo Torres Restrepo, del Bogotazo, cité el poema de Pablo Neruda titulado “Sonata y Destrucciones”, etc.

En esta película para mi era muy importante mantener el misterio. En todo mi trabajo el misterio tiene un papel fundamental. En la vida las personas siempre guardan un misterio. Por más que conozcamos a alguien, siempre hay algo que se nos escapa, que no terminamos de ver y eso que desconocemos es lo que nos hace atender esa persona, es lo que nos hace querer mirarla. Pero en esta película el misterio era aún más importante, porque estaba trabajando sobre un secreto, sobre algo de lo que no se podía hablar directamente, que se conocía y desconocía al mismo tiempo. Y yo quería que esa sensación de misterio se pudiera sentir en la película; que todo estuviera visible y oculto al mismo tiempo. Por eso fui dejando información en forma de pistas, las cuales están en los actos, en la corporalidad, en los objetos, en las palabras y en las canciones que escuchamos. En esta película ningún elemento es gratuito o está como acompañante de las imágenes y las emociones. Cada elemento guarda una parte del rompecabezas de esta historia. Por ejemplo, las canciones fueron compuestas para la película, pensando en las pistas que se quería dejar en ellas: ¿Qué le quiere decir una hija a un padre que guarda ese secreto sobre su vida? ¿Qué le quiere decir este hombre a la mujer que perdió a causa de ese secreto y que fue su gran amor? Canciones que se vuelven esas palabras nunca dichas, eso que se quiso decir y no se tuvo la fuerza para decirlo.

En alguna proyección alguien me preguntaba por el silencio en la película. La mayoría de los personajes callan. Cuál es la mayor expresión de un dolor intenso? El silencio. Cuando algo duele las palabras no son suficientes y por eso se guarda silencio. El dolor silencia. Ese es el silencio que habita la película. El silencio de la perdida de un sueño de igualdad, el silencio de la perdida de un intento de revolución, el silencio de ser aquello que no se quería ser, el silencio de haber perdido el amor, el silencio de la separación de los afectos, el silencio que queda después de la pérdida.

Un silencio que contrasta con los golpes de un libro que se azota contra una mesa, un silencio que contrasta con el sonido de los golpes que se dan a la pared, un silencio que contrasta con una sombra que pregunta insistentemente sobre una identidad que se desconoce, un silencio que contrasta con cada uno de esos platos rotos, un silencio que contrasta con el sonido de La Internacional, aquel himno comunista que representó ese sueño perdido y que se llora, un silencio que contrasta con el sonido de la lluvia y una casa que se va destruyendo, mientras se hace un esfuerzo desesperado por mantener esa pose, esa apariencia de una familia perfecta ante la mirada del otro, cuando en realidad está absolutamente quebrada en su interior.

Un silencio que también llega en las imágenes, en esa última escena de la película. Un blanco que borra la imagen y que nos suspende en un silencio visual para que podamos escuchar esas palabras no dichas, para que podamos atender eso que había estado silenciado.

En la película se respira ese sentimiento de perdida, porque en la historia que se retrata existe esa perdida. Hay una revolución perdida, lo que no quiere decir que la revolución en términos generales esté perdida; está perdida en esta historia, en el intento de este hombre en la década del 70 por cambiar el mundo, en el olvido de muchas de sus ideologías, en la perdida de él mismo, de su propia identidad. Pero en la película también vive la esperanza, porque en el mismo momento donde él pierde, hay un renacimiento. Es gracias a la pérdida que él debe volver a mirarse, volver a mirar esos hombres que fue, volver a recorrer su historia, reconciliarse con ella, reconciliarse con él mismo, para desde allí poder seguir caminando, poder decir aquello que había sido silenciado, poder reconstruirse desde su propia esencia. Por eso la única escena donde este hombre mira a sus otros “yo” es en la escena final, cuando los arropa con cuidado, con dulzura, después de haber llorado a sus amores perdidos, después de haber recorrido su historia, es allí cuando llega esa luz que los ilumina.

En esta película no se pretende el juicio, decir si las acciones de este hombre, sus decisiones,  estuvieron mal o bien, ese no es el trabajo del cineasta. En esta película se hace un retrato de una parte de la historia de ese hombre, esa parte que él guardó en el misterio durante tanto tiempo, que se oculta, que se intenta borrar de la memoria; un retrato que se hace con el mayor respeto a su protagonista y su familia, que se crea a partir de los límites impuestos por ellos, que se construye de la mano, desde la comprensión de su contexto, desde la comprensión de su humanidad, desde la certeza que todos vamos juntos en este camino.